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La leyenda de La Culebra

Leyenda Tlaxcalteca



Vivia en el pueblo de Tepanyaco una doncella llamada Quiahualoxóchitl. Era tan linda que muchos príncipes y guerreros aspiraban a su amor, sin embargo, la joven, orgulloso y altiva, despreciaba y humillaba a todos sus adoradores.

Un día Quiahualoxóchitl, quien también era cruel y vanidosa, pensó que su hermosura bien merecía el homenaje del sacrificio sangriento de sus muchos admiradores, por lo que pregonó que sería muy de su agrado que muchos enamorados lucharan entre sí, para poder decidir a quien le otorgaría su corazón.

No tardaron en presentarse frente al palacio de la bella varios contendientes como el rey Aztecalli, señor de Tepeticpan; Papalotl, señor de Ocuetulco, así como Aztlahua, señor de Atizatlán. A todos ellos les faltó poco para perder la vida en los siniestros combates provocados por la coqueta Quiahualoxóchitl.

El pueblo presenciaba horrorizado cómo sus más valientes guerreros estaban expuestos a morir por los caprichos de la princesa, de tal modo que se encaminaron hacia el palacio del señor de Tlaxcala para pedirle que evitara que aquella mala mujer prosiguiera ejecutando sus maldades.

El señor Timalli escuchó atentamente sus peticiones y prometió castigar enérgicamente a la cruel princesa. No tardó el rey de Tlaxcala en ordenar que Quiahualoxóchitl quedara prisionera en el palacio de su padre, el venerable anciano Magicatzin, bajo la advertencia de que si osaba desobedecer el mandato real recibiría un cruel castigo.

En todo Tepanyaco causó gran agrado la orden real, pero a pesar del encierro de la princesa, los jóvenes guerreros y nobles seguían rondando sin descanso el palacio del anciano Magizcatzin, ansiosos de contemplar, aunque fuera a distancia, el bello rostro de la malvada Quiahualoxóchitl.

Al principio la princesa pareció resignarse a su encierro, pero no tardó en cansarse y sobornar a sus custodios, logrando llegar secretamente al palacio de Chechimical, señor de Zocotlán, a quien pidió que la vengara del supuesto ultraje recibidó por su parte de su enamorado, el guerrero Azayactzin, quien según la había calumniado frente al rey.

Chechimical creyó todo lo dicho y retó a muerte al joven Azayactzin, hijo predilecto del sacerdote Iyac, quien aceptó valientemente el reto. Días después tuvo lugar el encuentro, en donde murió Azayactzin; al enterarse Iyac de la muerte de su hijo, pidió justicia divina y el dios, convencido de que era justo castigo para la princesa, convirtió a Quiahualoxóchitl en culebra chirrionera.

Aún así los jóvenes seguían sin poder evitar la crueldad de la princesa, ya que en caminos y bosques les salía al paso para atormentarlos. El asustado pueblo pidió a su dios que descubriera el modo de defenderse de la princesa, y este les aconsejó que usaran contra ella un látigo y con pasos de danza la abatieran a golpes.

Y desde aquellos tiempos hasta nuestros días, se baila la danza de La Culebra, que conforma un bello exponente de nuestro folclor.

Quiahualoxóchitl: flor de lluvia.

Tepeticpan: sobre el cerro.

Papalotl: mariposa.

Ocotelulco: colina de los pinos.

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